.
El símbolo de la Expo-2008, el Pregonero de las Fiestas del Pilar de ese mismo año, el ya legendario Guillermo Herrera, el incombustible “joven/anciano”, con sus 105 años de edad, de haber sido militar, podríamos decir de él, que cayó en su última batalla (la de la vida) con todos los honores y por supuesto "con las botas puestas".
El símbolo de la Expo-2008, el Pregonero de las Fiestas del Pilar de ese mismo año, el ya legendario Guillermo Herrera, el incombustible “joven/anciano”, con sus 105 años de edad, de haber sido militar, podríamos decir de él, que cayó en su última batalla (la de la vida) con todos los honores y por supuesto "con las botas puestas".
.
Sólo lo conocí por televisión y por la prensa. Ya me hubiera gustado charlar con él largo y tendido. Mi torpeza fue no intentarlo. quizá porque pensé que aún le quedaba cuerda para rato (que es lo que pienso de mí mismo) y lo que menos te imaginas es que de improviso salta “la dama negra de la guadaña” y se te lleva por delante sin miramiento alguno.
De él me han hablado personas que le trataron a raíz de la Expo de Zaragoza y todos lo hacían de manera elogiosa al máximo.
Lo que sí quedó claro para todos los aragoneses que le vimos por televisión junto al Alcalde es que ese gran hombre, que se ganó al pueblo zaragozano en aquella fría noche del Pregón cuando, desde el balcón principal del Ayuntamiento nos dirigió sus mejores deseos ante los días festivos que nos disponíamos a disfrutar, pasará a la historia de la ciudad como el más valorado de los que han tenido el honor de anunciar nuestra fiesta mayor. A nadie le pasó desapercibido la “juventud” de sus claras palabras. A todos nos dejó asombrados cómo, a su avanzada edad era posible mantener aquella actitud tan digna como singular. La gente le dedicó el más clamoroso de los aplausos. Todos teníamos ante nuestros ojos no sólo al decano de los pregoneros, sino que su buen hacer como voluntario a lo largo de los tres meses que duró la Expo de Zaragoza, era realmente algo inaudito. Todos sus compañeros, ese ejercito del voluntariado que tan perfectamente desarrolló su papel en el recinto de Ranillas, se sentían orgullosos de su presencia y de ser uno más a la hora de aportar lo mejor de cada cual en pro del evento internacional que magnificó a nuestra ciudad.
Al conocer tan irreparable pérdida, he querido insertar en mi blog no solo lo expresado, sino que deseo destacar la trayectoria personal de sus últimos años, haciendo tan solo una referencia a lo que supone de valor añadido el hecho de que un mes antes de su inapelable “derrota en la última batalla de su vida”, él mismo –con sus 105 años llevando a sus espaldas la voluminosa mochila de vivencias innumerables, seguía valiéndose por si mismo en todos sus quehaceres domésticos en su propia casa. Ese es el gran ejemplo que nos ha dado este excepcional personaje a quienes vamos luchando –contra viento y marea- en nuestro afán de ir arañándole años a la “pérfida”, tal como hacía el bueno de Guillermo Herrera hasta su último suspiro. En la andadura de esos “jóvenes – ancianos” que cada vez sumamos más, nos ha estimulado muy mucho su moral y su afán de seguir en la brecha.
Ese gran hombre se ha hecho merecedor de cualquier homenaje que la ciudad le rinda. Pero recordemos (como alguien dijo), que el mejor homenaje que se le puede hacer a una persona singular, es imitarla.
En eso estamos los “viejos” que le andamos a la zaga a Guillermo. ¡Seguro que sí!.
Sólo lo conocí por televisión y por la prensa. Ya me hubiera gustado charlar con él largo y tendido. Mi torpeza fue no intentarlo. quizá porque pensé que aún le quedaba cuerda para rato (que es lo que pienso de mí mismo) y lo que menos te imaginas es que de improviso salta “la dama negra de la guadaña” y se te lleva por delante sin miramiento alguno.
De él me han hablado personas que le trataron a raíz de la Expo de Zaragoza y todos lo hacían de manera elogiosa al máximo.
Lo que sí quedó claro para todos los aragoneses que le vimos por televisión junto al Alcalde es que ese gran hombre, que se ganó al pueblo zaragozano en aquella fría noche del Pregón cuando, desde el balcón principal del Ayuntamiento nos dirigió sus mejores deseos ante los días festivos que nos disponíamos a disfrutar, pasará a la historia de la ciudad como el más valorado de los que han tenido el honor de anunciar nuestra fiesta mayor. A nadie le pasó desapercibido la “juventud” de sus claras palabras. A todos nos dejó asombrados cómo, a su avanzada edad era posible mantener aquella actitud tan digna como singular. La gente le dedicó el más clamoroso de los aplausos. Todos teníamos ante nuestros ojos no sólo al decano de los pregoneros, sino que su buen hacer como voluntario a lo largo de los tres meses que duró la Expo de Zaragoza, era realmente algo inaudito. Todos sus compañeros, ese ejercito del voluntariado que tan perfectamente desarrolló su papel en el recinto de Ranillas, se sentían orgullosos de su presencia y de ser uno más a la hora de aportar lo mejor de cada cual en pro del evento internacional que magnificó a nuestra ciudad.
Al conocer tan irreparable pérdida, he querido insertar en mi blog no solo lo expresado, sino que deseo destacar la trayectoria personal de sus últimos años, haciendo tan solo una referencia a lo que supone de valor añadido el hecho de que un mes antes de su inapelable “derrota en la última batalla de su vida”, él mismo –con sus 105 años llevando a sus espaldas la voluminosa mochila de vivencias innumerables, seguía valiéndose por si mismo en todos sus quehaceres domésticos en su propia casa. Ese es el gran ejemplo que nos ha dado este excepcional personaje a quienes vamos luchando –contra viento y marea- en nuestro afán de ir arañándole años a la “pérfida”, tal como hacía el bueno de Guillermo Herrera hasta su último suspiro. En la andadura de esos “jóvenes – ancianos” que cada vez sumamos más, nos ha estimulado muy mucho su moral y su afán de seguir en la brecha.
Ese gran hombre se ha hecho merecedor de cualquier homenaje que la ciudad le rinda. Pero recordemos (como alguien dijo), que el mejor homenaje que se le puede hacer a una persona singular, es imitarla.
En eso estamos los “viejos” que le andamos a la zaga a Guillermo. ¡Seguro que sí!.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario