lunes, 20 de septiembre de 2010

Labordeta, el anciano adolescente


Intencionadamente he dejado transcurrir unos días, a la espera de que tras la avalancha laudatoria, más que justificada, hacia el siempre rebelde José Antonio Labordeta fuera decreciendo, para exponer mi personal opinión sobre este ídolo del pueblo español en general y muy en particular del de Aragón.

Si la adolescencia responde a la etapa previa a la juventud de una persona, permítaseme que considere a este genial aragonés como el hombre que no llegó a disfrutar del sabor compensatorio de una vida un tanto agitada, como lo fue la suya, que no es otro que el sentirse plenamente abuelo durante muchos más años, y es por eso por lo que hago coincidir su estado de adolescencia con la autentica ancianidad, cuando ésta todavía le pillaba aún a larga distancia. ”La Parca”, con su guadaña maldita, nos lo arrebató antes de hora. Mucho antes de que sus nietos fueran creciendo más aún a su lado, sobre todo ahora que la familia disponía de él a jornada completa, tras su vida inquieta que le transportó de un lugar a otro “cantándole las cuarenta” a quien se hacia acreedor a ello y por supuesto denunciando las injusticias por doquier. Sin duda Labordeta fue el paladín de la libertad merced a ese espíritu rebelde, mezcla de libertario y bohemio característica esencial de su personalidad, lo cual probablemente no le permitió la convivencia plena con los suyos. Él era en el fondo uno más de esas personas entregadas en pro de las causas justas, anteponiendo sus objetivos por encima de su propio interés personal. Este singular aragonés fue siempre así. Él consideraba que merecía la pena luchar sin reparar en esfuerzos y sacrificios. Precisamente por ese afán continuado Labordeta pasa a ocupar, por derecho propio, un lugar en la historia junto a otros grandes hombres y mujeres que le han precedido en la defensa de un ideal sobre todas las cosas.

Así fue su trayectoria a lo largo de medio siglo, y de él puede decirse que murió con “las botas puestas”, ya que hasta hace unos meses aún intentaba –aunque con menor energía- el mandar “a la mierda” a quienes pretendía desviarnos de ese camino recto por el que tanto peleó.

Quienes le guardan un profundo cariño – que son legión- le llaman afectuosamente “el abuelo”, pero el epíteto no es real, ya que Labordeta tenía aún cuerda para rato y con ello haber logrado ser el autentico abuelo que nunca lo fue, ni por edad (hoy 75 años es un paso más en la plena madurez), ni por su rasmía, dispuesto a dar mucha guerra antes de cumplir los 80, ni por que la tranquilidad en el hogar no llega a esta clase de personas hiperactivas hasta que no se traspasa el umbral de los 85 años, con su acumulación de recuerdos y la felicidad de su entorno familiar.

Desgraciadamente la realidad se ha impuesto y este adolescente pre anciano se nos ha ido casi a hurtadillas, anticipando en exceso su “fecha de caducidad” que es la que le hubiera acreditado como un autentico abuelo. Para muchos octogenarios, Labordeta nos ha dejado en la flor de la vida. Una vida ejemplar e irrepetible. Con él se rompió el molde. Y bien que lo saben los aragoneses.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Vicente: Un joven que ha superado ya los 80 años

Afortunadamente hay muchos "jóvenes" octogenarios que, a pesar de su avanzada edad, se encuentran como un pincel gracias a la vida deportiva que suelen practicar. Uno de estos privilegiados es Vicente (un pariente cercano) que sin él buscarlo lleva una vida saludable merced al deporte que desde bien joven viene practicando. Lo chocante es que él y muchos como él, no son conscientes de que la salud no se cuida sola y que hay que protegerla, entre otras muchas formas, con estas costumbres deportivas que llevan a cabo.

Cuando uno recuerda a un jovencisimo Vicente batiéndose el cobre defendiendo bajo los palos de su portería los colores de su equipo El Ducal, y años más tarde como ágil pelotari o jugando al tenis, se explica que traspasados ya los 80 años, se encuentre en tan excelente forma física.

Una envidia sana -mezcla de admiración y deseo de hacer lo que él realiza- me recorre todo el cuerpo al contemplar las zambullidas que en la piscina o en el mar realiza con monótona costumbre cada día, nadando a brazo partido contra los oleajes o en las cristalinas aguas remansadas en la piscina. Sana costumbre, que le mantiene fuerte como un roble, y que con frecuencia complementa con paseos en bici o gozando del automovilismo en su coche "Magda", que con gran ilusión - y su buen dinero, que nadie le ha regalado y que con largos viajes por la mayor parte del país consiguió como representante de una modesta empresa dedicada a la venta de piel para zapateros remendones- ahí es nada la de miles de kilómetros que se ha echado al cuerpo el bueno de Vicente, este joven octogenario que es todo un ejemplo, para quienes nos dedicamos, como todo deporte al "sillón bol"o a emborronar páginas en alguna que otra colaboración periodística y en este blog de "Mayores en apuros". Apuros, precisamente que -entre otros- serán en los que nos veremos la inmensa mayoría de octogenarios que nos dedicamos a ver por la tele, el fútbol, el tenis, el baloncesto, las motos, la formula-1 y lo que nos echen.

¿Como podemos tener aspiraciones a convertirnos en cualquiera de estos "Vicentes" que saben dar movimiento al esqueleto de manera ordenada?. Crudo lo tenemos viejos amigos. Crudo lo tenemos.