jueves, 22 de abril de 2010

El "peso" de los años

Hoy desde mi blog desisto de mi costumbre de incidir sobre la política de asistencia a los "viejos del lugar" de esta ciudad de Zaragoza, en donde cerca del 20 % de sus más de 600.000 habitantes están catalogados de hecho y derecho como personas mayores o de avanzada edad.
Quiero pensar que hay algo que nos iguala a todos los ancianos del mundo mundial. Ese algo, no es otra cosa que el "peso" de los años que irremediablemente se acumula en nuestro cada vez más endeble organismo.
Y no solo me estoy refiriendo a los males comunes que se nos presentan uno tras otro y asistimos impotentes a comprobar que él corazón, deja de ser el potente motor que lo fue durante muchos años y comienza a mostrarnos signos de flaqueza, al igual que ocurre con los pulmones, que han dejad de ser lo que fueron. Y si hablamos de la vista, cada vez más necesitada de las lentes de apoyo, así como las afecciones en la audición, donde muchos soportan una sordera a prueba de bomba, nos daremos cuenta que los años nos van minando por doquier y el "peso" de la ancianidad no solo se refleja en esas piernas más lentas cada día, sino que incluso el cerebro, ese ordenador particular que toda la vida nos ha guiado y nos ha dotado de infinitos reflejos, parece que con los años se va encogiendo y hemos de seguir sin su vigor y poderío.
Siendo toda esta sarta de deficiencias físicas las que día a día nos van pesando más y más en nuestra cotidiana vida, lo que en verdad agrava la época de la ancianidad es el "peso" de la soledad y en ocasiones el abandono más absoluto que padecen quienes llegan a "pasarse" de años, superando los 80 o los 90, cosa frecuente en éstos tiempos. Esa situación, en la que uno va perdiendo amigos, familiares e incluso su entorno cotidiano durante parte de su existencia, que también va demoliéndose al mismo compás que nos vamos cargando de años, es sin duda alguna la peor carga que soportan esos millones de seres esparcidos por los cinco continentes, a los que con todo derecho podríamos calificar como los pacientes abuelos del mundo, que asisten sin apenas rechistar a todos los cambios que va sufriendo su vida y su entorno.
Ese es - repito- el verdadero "peso" de los años

viernes, 9 de abril de 2010

El ayer y el hoy de la emigración

Recuerdo - como si fuera ayer mismo - cómo millares de españoles con su maleta marchaban más allá de las fronteras para conseguir (con los peores de los trabajos) el ganarse un jornal más decente de los que aquí se ganaban aunque estuvieras trabajando de sol a sol. Todo el mundo emigraba. En principio a las grandes ciudades para hacerlas más grandes, mientras en los pueblos quedaban tres y el de la guitarra. Muchos años antes se había producido la marcha de los "indianos". Aquellos que con más moral que el Alcoyano se embarcaron rumbo al continente americano y algunos lograron hacer fortuna. Los pueblos del norte de España, conservan aún las espledidas villas que aquellos "indianos" se hicieron construir mientras continuaban en su nueva vida afincándose en el nuevo mundo. Siempre fuimos un país de emigrantes.

Hoy, los "viejos del lugar" nos alegramos de que lleguen a nuestras tierras oriundos de los más variados países. Buena señal es ésta.

Las gentes de las generaciones del primer tercio del siglo pasado, los hoy denominado "mayores" a pesar de nuestros apuros, nos complace compartir con los que llaman a nuestras puertas, vengan de donde vengan, para hacer sus "americas". Ojala lo consiguieran todos a pesar de la crisis que nos invade.

Dice - con acierto- el profesor de la Universidad de Zaragoza don Ángel Sanz "que el mundo está lleno de población joven deseosa de tener una oportunidad en los países ricos y se la debemos ofrecer. Hay tiempo para abordar soluciones colectivas y solidarias..." Más claro, agua en un vaso.

No hay nada mejor en la vida que saber compartir, aunque ello no sea moneda corriente. Por cuestiones personales la única relación que tengo de manera regular con emigrantes es con los rumanos. Se - que al igual que todos los que emigran- las dificultades a que tienen que hacer frente son tremendas. Lo primero es la quiebra que se produce con esa marcha forzada, abandonando tus propias raízes, dejando allí a sus mayores en aquellos pueblecitos rurales como Botosaní,Tocsaní, Bordestí... con todo lo que supone éste alejamiento, quizá para siempre. Estos, los rumanos, al menos hoy están integrados en la Unión Europea, lo cual les permite abrirse camino de una manera estable y se pueden considerar ciudadanos españoles de hecho y de derecho a la hora de beneficiarse del excelente Sistema Sanitario Público, de la enseñanza gratuita, e incluso del derecho a subsidio de paro como cualquier español.

Yo, que fuí un emigrante en Zaragoza, procedente de una de las zonas agrícolas más ricas de España como es la de Valencia, no llegaba a comprender, como agricultores de tierra tan fertil tomaban también la maleta de la emigración. La necesidad obligaba a ello, lo mismo que a los rumanos , cuyo país fue considerado siempre como el granero de los Balcanes, se han visto forzados a emigrar.

La riqueza en el mundo esta mal mal repartida. Aquí llegan hambrientos los africanos, y en busca de soluciones los sudamericanos. Todos ellos son merecedores de mayor suerte y lo único que pretenden es tocar a la puerta de la zona más rica de Europa, al igual que lo hacen cuando llegan de manera clandestina a los Estados Unidos. Los viejos, vemos pasar los años y no nos cansamos de ver que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
¡Ya esta bien!. Al menos dejemosles entrar, aunque no para aprovecharnos puntualmente de ellos cuando las cosas nos van viento en popa y luego...que te vaya bien Lucas.
De eso nada de nada.