Cada mañana, al ojear la prensa se desayuna uno con nuevos Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) y con ello se confirma no solo la grave crisis por las que atraviesa el mundo empresarial, sino el aprovechamiento de la situación que hacen otros muchos para descargar sus plantillas, sin necesidad real que lo exija. Lo cierto es que por las cabezas de los trabajadores sobrevuela la terrible guadaña del paro, esa depredadora que arruina el ambiente normal de una familia y por supuesto aniquila de un solo tajo los proyectos personales de miles de honestos trabajadores que son quienes a la postre vienen a pagar lo que el mundo de las altas finanzas y por supuesto el empresarial, ha engendrado en su afán de enriquecerse más y más en el menor tiempo posible.
Quienes por fortuna no tenemos en nuestro entorno familiar casos desesperantes que estén sufriendo el haberse quedado sin trabajo, a lo más que llegamos es a solidarizarnos con quienes de la noche a la mañana se quedan en la puta calle tras años de entrega absoluta a una empresa que ahora los deja abandonados a su suerte. Más nos afecta aún, cuando a esas víctimas de la "guadaña exterminadora" les ponemos rostro. Al menos yo así lo estoy viviendo, desde que hace pocas fechas he podido observar a unas mujeres -las cajeras del supermercado "Galerías Primero"donde habitualmente me abastezco de provisiones- que están viviendo la incertidumbre de que mañana mismo pueden engrosar las filas de desempleados. Esas víctimas propiciatorias a las que les he puesto rostro, me ha hecho conocer más profundamente sus vicisitudes. He constatado su angustia al ver su serio semblante, sus ojos de tristeza e incluso un indisimulado desinterés en desarrollar su propio trabajo. No es para menos. El trago amargo que les espera de un momento a otro les ha hecho perder su habitual alegría en el trato que nos dispensaban a los clientes. Ellas probablemente no son conscientes de que su estado de ánimo queda al descubierto desde la otra parte de su teclado en la caja. Yo lo definiría al contemplarlo, que este "rostros del paro" no es posible ocultar por mucho que se intente.
Viendo ese rostro de la persona que posiblemente vaya a ser desahuciada de su empleo y ante esta forma despótica de demoler a seres humanos, solo se me ocurre pensar a la antigua usanza, cuando hace sesenta o setenta años las gentes teníamos que defendernos ante dificultades mucho mayores por nuestros propios medios y al final salíamos a flote.
Dicen que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Yo, cogiéndome a este adagio por lo que tengo de viejo, quiero pensar, que tras la noche llega el alba con su esplendor y que un nuevo ciclo traerá nuevas soluciones, aunque desgraciadamente la ley del más fuerte, que forma una pareja de hecho con esa "libertad de mercado" en la que nos han obligado a convivir, y que quizá algún día, aún a sabiendas de que otra vez puedan cercenarnos la cabeza con su "guadaña exterminadora", nosotros -el mundo del trabajo- que somos más que la clase dominante financiero comercial, quizá encontremos la formula más humana para restarles fuerza a los que desde siempre han tenido la sartén por el mango y...el mango también.
La esperanza nunca se pierde, aunque los "amos del cotarro" ya decían en mis tiempos jóvenes, que la esperanza era verde y se la comió un burro.
No será tanto. La historia está ahí para demostrarnos que aún con altibajos, el mundo del trabajo ha ido mejorando con el paso del tiempo y así seguirá siendo. ¡Faltaría más!.
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