El aragonés Baltasar Gracian solía decir “todos desean llegar a viejos y, en siéndolo, no quieren parecerlo. O lo que es lo mismo, pasamos la mitad de nuestra existencia deseándonos unos a otros que cumplamos muchos años, pero cuando llega el momento en que hasta nuestro cuerpo nos va arrinconando poco a poco, todos quisiéramos volver atrás para iniciar de nuevo el maratón de nuestro recorrido por este mundo de dios.
Parece ser que los únicos que han sabido interpretar fielmente esta filosofía de la vida han sido los cabezas pensantes que dirigen los destinos de este antiguo continente que no levanta cabeza con sus conflictos económicos. Europa es hoy como un viejo cascaron que una vez en alta mar hace aguas por todas partes, debido al enfurecido y constante oleaje provocado por los vientos huracanados que emergen desde el exterior, empujado por ese terrorífico “mercado financiero” que la invade.
Obligados por ello, nuestros salvapatrias –presos de pies y manos por los mercaderes que les tienen acojonados- no encuentran más alternativa que obligar a todo bicho viviente que ha traspasado la barrera de los 65 años, a que continúen trabajando como si tuvieran menos años y que se olviden de que son ya viejos para ello. La “moviola” de la vida se ha puesto a funcionar y los que deseaban no parecer viejos (como decía nuestro Gracian) ven a ver cumplidos sus anhelos en un futuro próximo.
Así las cosas, asistimos –sin dar crédito a ello- a ver como países con derechos conquistados en tiempos pretéritos por la clase obrera, al grito ambicioso de “trabajadores del mundo uníos”, son derribados en la actualidad. ¿Qué es lo que queda de aquel grito de guerra, que fue capaz de arrinconar al inhumano capitalismo? Solo aquel sueño de unión de los “parias de la tierra”. Y ya se sabe –como decía Calderón de la Barca- que los sueños, sueños son.
Estos últimos días, cuando hemos visto las movilizaciones descafeinadas de los trabajadores en todas la ciudades europeas y muy especialmente –por la cercanía- a nuestros compatriotas, solo se me ocurre pensar que, los de siempre, nos vuelven a ganar la batalla para ir dejando vacía, poco a poco, la caja fuerte del caudal de los logros conseguidos.
Con su caballo de Troya, lleno de engaños, intentando convertirnos en una clase media, siempre con la soga al cuello del endeudamiento, y el caramelo envenenado del consumismo dislocado con el que intentan llevarnos al huerto de los posteriores reajustes a que nos obligan, para salir del paso, los maniatados jefes de gobierno, que no son, a la postre, más que unas simples marionetas en manos del gran capital.
Parece ser que los únicos que han sabido interpretar fielmente esta filosofía de la vida han sido los cabezas pensantes que dirigen los destinos de este antiguo continente que no levanta cabeza con sus conflictos económicos. Europa es hoy como un viejo cascaron que una vez en alta mar hace aguas por todas partes, debido al enfurecido y constante oleaje provocado por los vientos huracanados que emergen desde el exterior, empujado por ese terrorífico “mercado financiero” que la invade.
Obligados por ello, nuestros salvapatrias –presos de pies y manos por los mercaderes que les tienen acojonados- no encuentran más alternativa que obligar a todo bicho viviente que ha traspasado la barrera de los 65 años, a que continúen trabajando como si tuvieran menos años y que se olviden de que son ya viejos para ello. La “moviola” de la vida se ha puesto a funcionar y los que deseaban no parecer viejos (como decía nuestro Gracian) ven a ver cumplidos sus anhelos en un futuro próximo.
Así las cosas, asistimos –sin dar crédito a ello- a ver como países con derechos conquistados en tiempos pretéritos por la clase obrera, al grito ambicioso de “trabajadores del mundo uníos”, son derribados en la actualidad. ¿Qué es lo que queda de aquel grito de guerra, que fue capaz de arrinconar al inhumano capitalismo? Solo aquel sueño de unión de los “parias de la tierra”. Y ya se sabe –como decía Calderón de la Barca- que los sueños, sueños son.
Estos últimos días, cuando hemos visto las movilizaciones descafeinadas de los trabajadores en todas la ciudades europeas y muy especialmente –por la cercanía- a nuestros compatriotas, solo se me ocurre pensar que, los de siempre, nos vuelven a ganar la batalla para ir dejando vacía, poco a poco, la caja fuerte del caudal de los logros conseguidos.
Con su caballo de Troya, lleno de engaños, intentando convertirnos en una clase media, siempre con la soga al cuello del endeudamiento, y el caramelo envenenado del consumismo dislocado con el que intentan llevarnos al huerto de los posteriores reajustes a que nos obligan, para salir del paso, los maniatados jefes de gobierno, que no son, a la postre, más que unas simples marionetas en manos del gran capital.
Eso es lo que hay y ya quisieran muchos de los desheredados volver con la moviola del tiempo a los años 20 del siglo pasado en que el capitalismo ladraba asustado que un “fantasma recorría Europa” refiriéndose al marxismo al que tanto temían. Hoy, ganadores ellos, le han dado la vuelta a la tortilla y el “fantasma que recorre Europa” no es otro que el capitalismo crudo y duro en el que nos toca malvivir.
Los que observamos desde la senectud (y nuestras pensiones de hambre) todo cuanto ocurre, no hacemos más que reflexionar sobre el futuro que les aguarda a las generaciones venideras y por supuesto a las de hoy, que son, a fin de cuentas, unas generaciones completamente domesticadas y cada vez más vulnerables ante el poder financiero mundial que se fortalece a medida que avanza su expansión, convirtiéndoles en unos guiñapos sin fuerza alguna. ¡Pobres diablos!
Un año más (el entrante 2011) anhelamos un mundo más justo, aspirando a que no nos sigan hurtando derechos conquistados y evitar la reiterada sumisión ante el fuerte. En tan difícil situación, sólo nos queda aguantar a pie firme todo cuanto sea necesario, ya que de no hacerlo, a las futuras generaciones se les pasará factura. De hecho, ya lo están pagando en sus propias carnes y la cosa no ha hecho más que empezar. ¡La que les espera va a ser morrocotuda!
Deseemosles lo mejor para el año próximo y los venideros. Falta les va a hacer a nuestros descendientes. De momento levantamos la última copa de cava del 2010, para que la “tierra les sea leve” en el calvario que les espera. ¡Va por ellos!
Los que observamos desde la senectud (y nuestras pensiones de hambre) todo cuanto ocurre, no hacemos más que reflexionar sobre el futuro que les aguarda a las generaciones venideras y por supuesto a las de hoy, que son, a fin de cuentas, unas generaciones completamente domesticadas y cada vez más vulnerables ante el poder financiero mundial que se fortalece a medida que avanza su expansión, convirtiéndoles en unos guiñapos sin fuerza alguna. ¡Pobres diablos!
Un año más (el entrante 2011) anhelamos un mundo más justo, aspirando a que no nos sigan hurtando derechos conquistados y evitar la reiterada sumisión ante el fuerte. En tan difícil situación, sólo nos queda aguantar a pie firme todo cuanto sea necesario, ya que de no hacerlo, a las futuras generaciones se les pasará factura. De hecho, ya lo están pagando en sus propias carnes y la cosa no ha hecho más que empezar. ¡La que les espera va a ser morrocotuda!
Deseemosles lo mejor para el año próximo y los venideros. Falta les va a hacer a nuestros descendientes. De momento levantamos la última copa de cava del 2010, para que la “tierra les sea leve” en el calvario que les espera. ¡Va por ellos!
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