Parece ser que mi escrito anterior ha llegado - de manera inesperada- a una determinada persona, cuya amabilidad se refleja en el contenido de su comentario que hace al pie del mencionado artículo que trataba sobre "Cáncer y telefonía móvil".
El amable comunicante me cuenta que "Evidentemente usted no me conoce y yo no le conozco a usted. Entre otras cosas lindas que me dedica y que muestra su calidad como persona me desea lo mejor en mi lucha contra ese cáncer que se ha presentado sin invitación alguna por supuesto y por ello me dice que "no me rinda nunca, ya que quien lo hace ante una adversidad muere en vida y que las luchas no conocen edad para el que nació guerrero".
Cuando un hombre de 39 años - como detalla en su escrito- es capaz de trasladar tal estado de ánimo, más se reafirma uno en la grandeza de la humanidad, a pesar de sus luces y sombras a las que tan acostumbrados estamos a vislumbrar cuantos ya llevamos muchos años a nuestras espaldas. La vida hay que aceptarla tal como es y cuando con frecuencia solemos decir "A vivir que son dos días", no hacemos más que reafirmarnos en que hay que aprovechar bien el tiempo en nuestra andadura por este mundanal ruido.
El azar de la vida es como es y las circunstancias son en ocasiones las que son y no las que deseáramos que fuesen. La experiencia de quien - como es mi caso- se encuentra ya en el umbral de los ochenta te hace ver que todo es más simple de lo que parece y cuando uno se encuentra de sopetón con gente tan formidable como mi amabilísimo comentarista, se olvida de las cosas menos gratas y solo vale lo dicho.¡A vivir que son dos días!
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