El muy endeudado ayuntamiento zaragozano, en donde es sabido que hay más voluntad que dinero, suelen dar rienda suelta a la imaginación y prácticamente son capaces de sacar de la nada proyectos de cierta utilidad y poco coste. Este es el caso del Programa dirigido a personas mayores de 60 años que viven solas y que se ha desarrollado a lo largo de los últimos cinco meses. El objetivo- en cierta medida plausible- de esta iniciativa, ha consistido en promover la relación con el entorno de estas personas que se encuentran en el umbral de la ancianidad, llevando a cabo en los centros de convivencia municipales ubicados en diversos barrios de la ciudad, una serie de actividades que les puedan ser útiles para mejorar su autonomía personal y ocupacional, a la vez que se persigue el que obtengan una percepción lo más completa posible de su bienestar y salud para afrontar la vida “impar” ofreciéndoles la posibilidad de envejecer de forma saludable.
El trabajo llevado a cabo en este original programa han intervenido 140 personas entre las cuales ha destacado sobre todo el deseo de aprender y con ello afrontar su vida de soledad con la creación de grupos de convivencia.
El reducido número de asistentes, nos muestra a las claras que las personas de avanzada edad no están por la labor de integrarse en estos menesteres, ya que la inmensa mayoría –los llamados mayores en apuros- bastante hacen con sus escasos recursos para poder subsistir.
Cuando nos alejamos de esos gestos de buena voluntad del Ayuntamiento y pisamos tierra firma, nos encontramos con la cruda realidad de que la pensión media de los mayores con apuros (calculada con las pensiones de jubilación, viudedad, etc.) asciende a 798 euros con cuya cantidad tienen que atender sus necesidades prioritarias esos millones de personas que integran un mundo –más envejecido cada día- que no tienen otra preocupación que salir a flote en ese surami que les rodea.
No se trata de hacer un comentario con tintes negativos, sino que la realidad es la que se impone, y a la vista está que no hay más cera que la que arde y por ello no hay razones para andarse con falsos positivismos y juegos de artificios. Ante esta irrebatible realidad no debe sorprendernos que iniciativas como las del alcalde Belloch, que sin duda son bien intencionadas, no son más que vanos intentos de paliar unos hechos incuestionables, cuya muestra más clara son los pocos asistentes a esa ilusionante convocatoria del programa impares que se hizo en Noviembre a un conjunto que supera –con mucho- las cien mil personas mayores de 60 años y a la que solo acudieron algo más de un centenar.
Pido disculpas a los lectores de CRÓNICA DE ARAGÓN por presentarme con este crítico artículo, pero es que uno lo ve, queridos míos, con los ojos de la experiencia que dan los años, ya que solo me faltan 36 días para cumplir los ochenta tacos y ya conocéis aquello de que sabe más el diablo por viejo que por diablo. Por eso, y solo por eso me atrevo a ver el panorama tan tremendamente oscuro. Razones hay para ello. Y tanto.
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