En Madrid, en el hospital "Severo Ochoa" donde me encuentro en plena vorágine de médicos que me llevan a cabo una profunda revisión, como corresponde a todos los viejos, que llenos de achaques vamos haciendo camino en esta nuestra ya larga vida, me entero de la gravedad de la situación que afecta a la salud de Marcelino Camacho. Dos días después, los medios de comunicación dan cuenta del fallecimiento de este irrepetible luchador en pro de los derechos de los trabajadores, que tanto desde CCOO como desde la dirección del Partido Comunista de España dejó una profunda huella y nos dió una magistral lección de honestidad, lucha y resistencia a cuantos ideologicamente seguiamos sus pasos.
El Mandela español, con sus años y años de cárcel e indestructible trayectoria ante el desaliento de ir siempre en contra del poder de la derecha (esa que ahora se autodenomina, sin sonrojarse, que es el partido de los trabajadores, pero que entonces bien torturaba y mandaba a presidio por el solo hecho de no tolerar abusos de poder) se nos ha ido con la discreción de la que siempre hizo gala.
En el hospital Puerta de Hierro -cuando le ingresaron a mediados de esta semana- los auspicios no ofrecian demasiado optimismo. A sus 92 años cualquier viejo se ve afectado por un cúmulo de deterioros, que ni tan siquiera Marcelino pueden soportarse. Es ley de vida, suele decirse. Pero lo peor es que esta vida del camarada perdido, no ha sido -ni es- una vida cualquiera. Era y ha sido hasta última hora la vida de un ser irrepetible, al que se le recordará siempre.
Adios Marcelino. Hasta siempre.
viernes, 29 de octubre de 2010
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