Con ese entrañable titular, hace unos momentos que tenido la satisfacción de ver un programa televisivo del canal 9 en el cual un grupo de personas del pueblo valenciano de Mislata (localidad, definida hoy en la práctica como un barrio de la capital levantina con una población superior a los 50.000 habitantes) se dedican a llevar a cabo en su localidad, de una manera periódica, visitas a vecinos con dificultades físicas y problemas de soledad, mostrando con ello un afecto especial y mostrándose como lo que realmente son, es decir como unos buenos "amigos a domicilio".
Quienes por nuestra edad vamos conociendo el semi-olvido que sufrimos ante un real alejamiento de quienes considerábamos haber compartido gran parte de la vida, valoramos en gran medida ese comportamiento de quien llega a la casa con el único benefactor objetivo de ofrecer su compañía. Posiblemente en la mayoría de casos sean estos los auténticos "amigos para siempre" a la que hace alusión aquel cantar que alcanzó fama allá por el año 1992.
He podido contemplar en el aludido reportaje televisivo, como se llevan a cabo esas visitas y el grado de compenetración que alcanzan ambas personas. Era una gozada ver como se intercambian fotografías de sus años mozos, como se deleitaban en sus charletas mientras tomaban el café de la sobremesa. Ha sido en verdad un libro abierto de personas que sin conocerse en absoluto, han pasado como por arte de magia a ser incluso confidentes de sus propias andaduras individuales a lo largo de sus muchos años de existencia.
Sin duda, hay gente buena en el mundo que son felices convirtiéndose en portadores de la mayor de las felicidades; la amistad sincera.
Ello no tiene precio. Y más si ocurre en el ocaso de la vida.
Bienvenida la iniciativa de esos "amigos a domicilio". Bienvenida.
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