La vida es como los "caballitos de las ferias", que van dando vueltas y más vueltas, mientras contemplamos extasiados como unos se van y otros vienen.
Así es la vida.
Cuando se llega a la edad ya muy avanzada, vemos, muy a pesar nuestro, como cada vez va en aumento el número de la gente más cercana que se aleja para tomar inevitablemente ese sendero sin retorno del que nadie escapa.
Mientras esto ocurre, y quizá para compensar nuestra tristeza, contemplamos como en nuestro entorno, con la misma fluidez, nos llegan noticias del nacimiento de una nueva vida que en cierta medida nos reconforta de la pérdida sufrida. Ese es el ir y el venir de los "caballitos de feria".
Es la vida.
En ocasiones, como la que acabó de vivir, la resignación y la rabia contenida por la pérdida del mejor amigo de la juventud que he tenido en mi vida, (y padrino de mi hija mayor) ha hecho imposible que mi fijación, por el vacío que me deja este adiós definitivo, no dejara lugar para otra cosa que no fuera una mezcla de añoranza, nostalgia y amistad inquebrantable, que se han aglutinado en mi mente ante el amigo que he perdido. Sólo lo que se me ha ido, es el sentimiento que me embarga en estos momentos.
¿Y a quien le puede importar que me desahogue en este blog, por el fallecimiento de mi entrañable Salvador?. Honradamente he de manifestar que quizá solamente a mí, que aprovecho este medio escrito para desahogar mi sentimiento personal de dolor, al no poder ya nunca más conversar con ese hombre, que no era ni mejor ni peor que cualquier ser humano, ya que como todos tenía sus defectos y sus virtudes, como las tenemos todos. Pero él, Salvador, era mi amigo. Aquel con quien departí una parte importantísima de mi juventud, dada la compatibilidad de caracteres y el buen humor que nos hacia ser como dos gotas de agua. Siempre fuimos alegría y optimismo que derramábamos a caudales. ¡Que tiempos aquellos, amigo Salvador, que tiempos aquellos!
Hoy, has partido hacia las "praderas de Manitú" de las que tantas veces hablamos tu y yo de manera intrascendente del más allá. Hoy te has ido a dar la última vuelta, como esos "caballitos de feria", pero ya el jamelgo de cartón piedra sobre el que cabalgabas regresará de vacío, Allí ya no estará mi entrañable Salvador.
Es la vida, dura y cruel, pero así es, y así hemos de aceptarla, aunque sea haciendo de tripas corazón. Es por ello, por lo que aprovecho - para cerrar mi estado de ánimo- la letra de aquella copla popular que dice " Cuando un amigo se va algo se rompe en el alma".
Cuanto de verdad encierra esta copla al darle el último adiós a mi amigo Salvador.
Así es la vida.
Cuando se llega a la edad ya muy avanzada, vemos, muy a pesar nuestro, como cada vez va en aumento el número de la gente más cercana que se aleja para tomar inevitablemente ese sendero sin retorno del que nadie escapa.
Mientras esto ocurre, y quizá para compensar nuestra tristeza, contemplamos como en nuestro entorno, con la misma fluidez, nos llegan noticias del nacimiento de una nueva vida que en cierta medida nos reconforta de la pérdida sufrida. Ese es el ir y el venir de los "caballitos de feria".
Es la vida.
En ocasiones, como la que acabó de vivir, la resignación y la rabia contenida por la pérdida del mejor amigo de la juventud que he tenido en mi vida, (y padrino de mi hija mayor) ha hecho imposible que mi fijación, por el vacío que me deja este adiós definitivo, no dejara lugar para otra cosa que no fuera una mezcla de añoranza, nostalgia y amistad inquebrantable, que se han aglutinado en mi mente ante el amigo que he perdido. Sólo lo que se me ha ido, es el sentimiento que me embarga en estos momentos.
¿Y a quien le puede importar que me desahogue en este blog, por el fallecimiento de mi entrañable Salvador?. Honradamente he de manifestar que quizá solamente a mí, que aprovecho este medio escrito para desahogar mi sentimiento personal de dolor, al no poder ya nunca más conversar con ese hombre, que no era ni mejor ni peor que cualquier ser humano, ya que como todos tenía sus defectos y sus virtudes, como las tenemos todos. Pero él, Salvador, era mi amigo. Aquel con quien departí una parte importantísima de mi juventud, dada la compatibilidad de caracteres y el buen humor que nos hacia ser como dos gotas de agua. Siempre fuimos alegría y optimismo que derramábamos a caudales. ¡Que tiempos aquellos, amigo Salvador, que tiempos aquellos!
Hoy, has partido hacia las "praderas de Manitú" de las que tantas veces hablamos tu y yo de manera intrascendente del más allá. Hoy te has ido a dar la última vuelta, como esos "caballitos de feria", pero ya el jamelgo de cartón piedra sobre el que cabalgabas regresará de vacío, Allí ya no estará mi entrañable Salvador.
Es la vida, dura y cruel, pero así es, y así hemos de aceptarla, aunque sea haciendo de tripas corazón. Es por ello, por lo que aprovecho - para cerrar mi estado de ánimo- la letra de aquella copla popular que dice " Cuando un amigo se va algo se rompe en el alma".
Cuanto de verdad encierra esta copla al darle el último adiós a mi amigo Salvador.
Ahora entiendo su sentir,
ResponderEliminaryo también he perdido a mi mejor amigo..