viernes, 30 de enero de 2009

NO tengo ninguna pregunta para usted…


…ya que soy una persona mayor que –como todas- no creo tener motivos para pedirle una respuesta a las necesidades que las personas de la mal llamada tercera edad, ya tienen resueltas. A los viejos no es necesario que se esfuerce en trasladarnos confianza señor Presidente. Creemos a pie juntillas en su optimismo y buen hacer, lo que, sin duda, supone un factor fundamental para resolver la crisis que azota, como usted bien dice, a todo el mundo mundial. Su imagen tranquila, cercana y sobre todo la valentía de dar la cara y meterse en la jaula de los 100 leones que le asaetaron a preguntas, en un intento vano de acorralarle, demuestra que es usted capaz de contagiarnos una absoluta esperanza en nuestro porvenir.
¿Qué necesidad tenemos nosotros, los que ya hemos superado los 70 años, en agobiarle con nuestras preguntas?
Ja…ja…ja…
Supongo que la explosión de risa de quien lea este panegírico laudatorio hacia nuestro querido Presidente, esta más que justificado. Así lo piensa quien así lo escribe. Y ahora, fuera del chascarrillo agudo, habrá que reconocer que salvo a los ancianos irreflexivos que nunca dudan, quizá a la mayoría de los que vieron el programa “Tengo una pregunta para usted” les debió parecer natural que a lo largo de la noche no saliera a la palestra ni por una sola vez los ¿beneficios? de la Ley de Dependencia, porque habían temas de mayor preocupación. Si nos basamos en ello, no debe sorprender que el único jubilado que hizo uso de la palabra (el vizcaíno don Teodoro García), se limitara a preguntar “Cómo iba a garantizar el Gobierno que el dinero inyectado a la banca llegará a las familias”.
Sincera y honradamente creo que como persona de avanzada edad, ese señor tenía que haber preguntado ¿que hay de lo nuestro?
Así lo hizo la encantadora Izaskun que arrancó los aplausos del público, simplemente por que supo –y muy bien por cierto- leerle la “cartilla” al Presidente y además metérselo en el “bolsillo”, tan solo por preguntarle si las empresas cumplen lo establecido en la ley y tienen en sus plantillas un mínimo del 2% de trabajadores discapacitados. A la vez pidió para todas aquellas personas que –como ella- están afectadas por el síndrome de Down, se ampliase al máximo el apoyo institucional.
Eso, es lo que faltó esa noche, la pregunta imprescindible de todo cuanto concierne a la problemática de las personas mayores, que no nos cansaremos de repetir que va como siempre (esté quien esté en el gobierno de la nación) a paso de tortuga. Se echó en falta la pregunta. Y el preguntar no tiene aldabas, como muy bien dice nuestra entrañable decana de los blogs desde su mirador de los 95 años que le hace ver todas las facetas de la vida. “Hay que preguntar”, dice esta gran dama y eso es lo que no se hizo esa noche. Con ello se dio la sensación –irreal- de que los viejos del lugar (llamado España) estamos como en el paraíso terrenal. Y de eso nada monada. (De ahí la chanza, la retranca y el buen humor, con el que hemos iniciado el escrito de hoy).
No nos pasemos de reflexivos, porque como dijo Bertolt Brecht, esos no actúan nunca. Y ya decíamos ayer que los viejos de hoy no son pasivos sino activos.

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