martes, 20 de enero de 2009

¡Al fin! la protesta salió a la calle


No podía ser de otra manera. Alguien ha comentado que hace tiempo que los trabajadores debieron manifestar su descontento. El mismo Julio Anguita, hombre honesto donde los haya, y defensor a ultranza de los más desfavorecidos a lo largo de su trayectoria política, mandaba recientemente una “carga de profundidad” a los sindicatos a la vista del mutismo que mostraban ante el actual descalabro económico.
La reacción de ayer en Zaragoza y en Valencia ha sido como un reguero de pólvora por doquier, que provocará en todo el país nuevas salidas a la calle, en defensa de empleo y protección social.
Algunos hemos sentido una envidia sana al ver que las gentes, con la única arma que tienen, que no es otra que la unidad de acción, salían a manifestarse en defensa de sus puestos de trabajo. Esa envidia a la que se alude, está fundamentada en que hoy sería impensable el reunir un núcleo de manifestantes –como el de ayer- mayores de 65 años, (sólo en Zaragoza superan los 100.000), que con su fuerza y veteranía salieran a reivindicar garantías que les aseguren sus derechos a unidades médicas, servicios socio-sanitarios, viviendas adecuadas (¿cuantos ancianos viven en pisos antiguos sin ascensor y sin calefacción?) y sobre todo pensiones dignas. Si, pensiones dignas, ya que la inmensa mayoría de los jubilados reciben algo más de los 500 euros, y algunos, ni eso. Hubo un tiempo – hace más de una década- que los sindicatos, el movimiento vecinal y asociaciones de mayores, ejercían con su fuerza el derecho de acusar a las instituciones de impulsar una política insolidaria, que hipotecaba los intereses de los jubilados, que son los que desde cero, levantaron este país a partir de mediados del siglo XX.
Ojala que ese gran movimiento silencioso de más de ocho millones de personas que ahí están aguantando sin rechistar lo que les dan, pudieran animarse a seguir al pie del cañón y manifestarse para que se tuvieran en cuenta sus derechos.
De momento, se nos muestra –como una estampita milagrosa- los efectos beneficiosos de la Ley de Dependencia que un día será realidad completa. Dios lo quiera, que diría un buen cristiano. Pero…no hay que impacientarse ya que Benidorm, ya se esta preparando para recibir a quienes su economía y salud se lo permita, para confirmar con su presencia aquella frase lapidaria de don Felipe González Márquez, “Hoy nuestros mayores, están descubriendo el Mediterráneo”. Algunos sí.
Que bonito ¿verdad?.

No hay comentarios:

Publicar un comentario