jueves, 30 de julio de 2009

Del pequeño colmado de ayer al hiper de hoy (y II)

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En este enfrentamiento entre el Goliat prepotente que se considera con la fuerza superior para arrasarlo todo, y el pequeño David con la sola arma de su insignificante honda, éste, defiende con uñas y dientes su derecho a seguir siendo útil a la sociedad. Algún día esa sociedad se dará cuenta de su enorme utilidad.

La distribución comercial minoritaria en España esta basada en la fuerza de sus más de 600.000 establecimientos en los que trabajan un millón setecientas mil personas. Desgraciadamente el censo decae en proporciones alarmantes. Pero son muchos los que aguantan a pie firme y seguirán prestándonos – a pesar de todo- su inapreciable servicio.

En Cataluña nos dan un ejemplo de mantenerse de pie ante el acoso. La Generalitat ha frenado siempre lo más que ha podido la implantación de grandes superficies (especialmente en Barcelona ciudad) mientras ha mimado con exquisitez “als botiguers” (los tenderos). Por ello, no debe extrañarnos que los establecimientos minoristas superen allí, con mucho, a la media de todo el país. Resistir es vencer debe ser su consigna. En la medida que fuera posible, el pequeño comercio debiera intensificar el asociacionismo en cadena voluntaria e incluso creando agrupaciones de compras y con imaginación llevar a cabo una publicidad colectiva exponiendo las bondades del comercio de cercanía. . .

Las pequeñas tiendas, con su sola presencia revitalizan los centros urbanos donde se ubican, propician a los propios vecinos un plus de luminosidad y atractivo global que dejaría de existir si desaparecieran de sus calles la iluminación de sus rótulos y escaparates. Sin este gran atractivo, el paulatino deterioro de la vía pública sería una desagradable realidad, derivando con ello a un incremento de la inseguridad ciudadana. Esto, que aparentemente parece insignificante, adquiere un enorme valor si se reflexiona al respecto.

En cuanto a los “hiper”, se ha dicho en repetidas ocasiones que los “gigantes” pueden terminar devorándose unos a otros. En estos momentos muestran sus pies de barro y sufren las consecuencias de la recesión en la distribución comercial. En los últimos tiempos, no hacen más que intentar la salida de la difícil situación que atraviesan, bien sea con esa gran incógnita de las “marcas blancas” que nadie sabe de su procedencia. (El Gobierno central ha dispuesto algunas normas al respecto, en especial con la leche) o intentando bajar más y más los precios de sus competidores para atraer a nuevos clientes. Pero detrás de toda esa oferta aparece la desinformación personal. Difícil, muy difícil resulta encontrar en uno de estos hiper que dicen poco menos lo “regalan todo” a un empleado/a que te asesore adecuadamente. El trato mecanizado e impersonal esta a la orden del día. Ahora se habla de facilitar el pago de manera automática para evitar las colas, y mañana seguirán inventando nuevos métodos para que la clientela no se les escape a la competencia. Mientras este confusionismo esta a la orden del día en el conjunto de éstas multinacionales, el pequeño comerciante permanece agazapado y aún con dificultades aguanta en su trinchera, dando lo mejor de si mismo a sus convecinos, que esos son al fin y a la postre sus verdaderos clientes. Cualquiera puede ver el enorme esfuerzo que hacen modernizando sus pequeños establecimientos y allí, con su mandil blanco, con su simpatía a raudales ofreciéndonos lo mejor de sus productos, están los “herederos” de aquellas tiendas y colmados de antaño.

Yo mismo me percato del lujo que me rodea cada vez que entro en mi carnicería y me atiende con un gran dominio profesional el amigo Eufemio, o cuando me atiende con su señorío y distinción mi paisana Sole enmarcada por aquellas escogidas y variadas frutas de su establecimiento, o la satisfacción que se siente ante la desbordante simpatía y el donaire de Carmen y María José al servirnos sus buenísimos chorizos, longanizas, morcillas y jamones, que son de clase extra y para más orgullo, de procedencia del bajo Aragón. Ante este abanico de atractivo sin par, me convenzo cada vez más de que esto tiene vida propia para largo y sobre todo tradición. Una tradición tan autentica, que siempre que entro en la referida tienda de embutidos, su aroma me retrotrae al colmado del Pedro de mi infancia. Es decir, todo sigue igual aunque nos parezca diferente.

Conclusión: Afortunadamente para la ciudadanía el pequeño comercio esta vivo. ¡Y tan vivo! Ante este futuro esplendoroso solo nos resta decir aquella frase del Cid Campeador al entrar en Valencia y contemplar el vergel de sus fértiles huertas “Larga vida nos de Dios –como dicen los buenos cristianos- para poder seguir disfrutando de todo ello”. Así sea.
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viernes, 24 de julio de 2009

Del pequeño colmado al hiper de hoy (I)

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Los más viejos del lugar aún recordamos con nostalgia aquellos entrañables comercios de nuestra infancia; la pequeña tienda de ferretería y droguería, la bodega de vino, la mercería, la lechería y sobre todo aquel colmado donde los comestibles y en especial los embutidos, con aquel olor especial que producían las rastras colgadas de morcillas, salchichas y chorizos que nos sabían a gloria bendita nada más olfatearlas al entrar al establecimiento. En compañía de nuestras madres íbamos casi a diario a hacer aquel recorrido por esas pequeñas tiendas en donde sus amables comerciantes nos trataban como si fuéramos de su familia. Todo aquello era consubstancial con la propia vida del barrio. En el colmado, incluso tenían una pequeña libreta en donde –en algunos casos - solían apuntar el importe de la compra, pues todos eran conocidos sobradamente para fiarles la venta sin problema alguno. Eran tiempos difíciles aquellos primeros años de la posguerra y la buena gente se ayudaban unos a otros de diferentes maneras y por ello no he olvidado nunca cómo Pedro, el del colmado, mostraba su solidaridad vendiendo su mercancía al “fiote”.

Aquello, hoy ya es historia, pero aún quedan rasgos, especialmente en el trato, entre los que tomaron la antorcha en el relevo del pequeño comercio de antaño. Caro está que las cosas han cambiado, pero ahí continua la tienda de barrio con sus instalaciones atractivas y funcionales. La evolución nos llegó desde más allá de nuestras fronteras cuando al finalizar la década de los 70 hicieron acto de presencia las monumentales áreas de distribución, generalmente propiedad de grupos de empresas extranjeras.

Con ello comenzó a tambalearse la tradicional tienda familiar. La Administración fue progresivamente plegándose a los intereses de estos poderosos hipermercados, que con sus impresionantes campañas publicitarias atraían –y atraen- a la población de forma masiva, haciéndoles creer que allí, en sus enormes estanterías de sus inmensos pasillos (en donde prácticamente nadie les atiende) van haciendo acopio de lo que precisan y de lo que no precisan. Tras permanecer pacientemente en la habitual “fila”, los clientes abonan el importe de las existencias que se llevan a sus casas, convencidos plenamente que han comprado “duros a tres pesetas”, como dice sabiamente el refrán castellano. Los grandes pensadores, siempre han dicho que la gente no es culpable cuando se dejan arrastrar por los verdaderos inductores, las clases dominantes, ya que éstos son los que valiéndose de mil artimañas y en ocasiones hasta con publicidad engañosa son capaces de hacer creer a las buenas gentes que un “burro vuela”. El aparente gran cambio del comercio desde los tiempos del colmado del recordado Pedro el de los embutidos, se ha sustentado en las grandes áreas de distribución, los hiper, que como dijo el inolvidable Francisco Umbral “son esos grandes almacenes de todo lo innecesario y un desolador e inmenso parking, más la repetición alucinada, monótona, y niñoide de las hamburguer: la civilización de la silicona”.

Van pasando los años y cada vez (salvando moratorias establecidas) los hiper van ocupando más espacios en la ciudad, continuando con ello su estrategia de quedarse ¡al fin! con toda la tarta del mercado.

Paralelamente a esta premeditada invasión, los comercios de barrio –con más bajas de las que fueran de desear- resisten buscando formulas de mejorar su especialización, y dando a sus clientes unos artículos y un genero de total garantía y sobre todo, con algo que no existe en las grandes áreas, el trato afable de toda la vida, y la confianza de llevarse un genero en perfectas condiciones, que es lo que más debiera valorarse.
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jueves, 16 de julio de 2009

Carta abierta a Zapatero sobre las pensiones de hambre

Presidente Zapatero:
Por primera vez (desde 1977) he votado al PSOE por que usted me ofrecía una cierta confianza. Sus palabras "no os fallaré" todavía resuenan en mis oídos como esperanzadoras de un futuro mejor.

Lamento tener que decirle que hace tiempo que empiezo a desconfiar de su persona. Cuando se le oye darnos esplicaciones, me da la sensación que usted intenta resolver los problemas pero los hechos no le dan demasiado la razón. Incluso su intencionalidad de proveernos de una Ley de Dependencia parece que ha entrado en vía muerta. El mismo Secretario de su Gobierno para Presupuestos y Gastos del Ministerio de Economía y Hacienda, Luís Espada, ha dicho recientemente que el gasto en materia de Dependencia para atender a ancianos y discapacitados se van a congelar en 2010.

Ésto no es de recibo señor Presidente. Cientos de miles de ancianos nos consideraremos engañados por usted si se cumple lo dicho por el tal señor Espada.

Yo se que este escrito jamas le llegará a usted. Yo al menos me desahogo pensando que otras personas si van a leer esta carta - denuncia que hoy le hago, a sabiendas de que no va a servir para nada.

¿Y de las pensiones, que?
Ya sabemos que nos ha aumentado un porcentaje superior a lo largo de su anterior legislatura, pero ello es insuficiente. Las pensiones de hambre que recibimos son verdaderamente miserables.

No soy solo yo quien así opina, señor Presidente. Millones de ancianos de todo el país le dirian, lo que sobre este tema de las pensiones "indecentes" que recibimos se refleja hoy mismo en el diario aragonés CRONÍCA DE ARAGÓN.
http://www.cronicadearagon.es/wordpress/?p=4542 . Ojala lo pudiera leer usted, ya que su dramático contenido no tiene desperdicio.

¿Hasta cuando señor Presidente nos va a tener usted a "pan y agua"?
¿Hasta cuando?

Se lo dice con toda sinceridad un votante suyo.
Juan Perpiñá Gaspar

jueves, 9 de julio de 2009

La tercera parte de algo vale más que la mitad de nada

Esta frase se la oí decir por primera vez a mi abuela Trinidad cuando yo era un chaval allá por los años 40 o quizá antes. Ella, que había nacido a mediados del siglo XIX no se expresaba demasiado bien en castellano, pero a su manera y en lengua vernácula valenciana nos decía cosas muy profundas, como lo es la que encabeza este escrito.

Venía a decir con ello, que más valía obtener ya una parte del todo que confiar a conseguir de inmediato la mitad o el todo por completo.

Traigo todo esto a colación al examinar -tras haber sido muy crítico- lo que en el paso de los años se ha llevado a cabo en materia de asistencia a las personas de avanzada edad. Lo conseguido hasta hoy mismo es como para celebrarlo, pero con reservas, ya que falta mucho por lograr. Es -valga la comparación- como si fuéramos a jugar al "Bingo" y cantásemos una "Línea". El regocijo por conseguir este premio, nada tiene que ver con el alegrón que te produce el hecho de completar la cartulina y "cantar" ¡Bingo!.

Vistas así las cosas, podriamos decir que hemos "cantado" solamente ¡Línea! en lo referente al desarrollo de las atenciones que deben tenerse para con los ancianos, las cuales al día de hoy son las siguientes:
* La sanidad, tanto primaria como hospitalaria es gratuita.
* Los productos farmacéuticos -para los mayores- son igualmente gratuitos.
* Las pensiones (más mal que bien, referente a la cuantía) están garantizadas
* Los transportes ferroviarios para mayores, gozan de un descuento aceptable
* Cada año (fuera de temporada) se ofrecen viajes en el INSERSO a precios muy
reducidos y en hoteles de alto nivel. A pesar de ello, estos viajes resultan
inaccesible a los jubilados de pensiones mínimas.

En lo concreto en Zaragoza capital se cuentan con lo siguiente:
* Centros de estancia diurna (aunque insuficientes) en donde previo pago del
25% de la pensión el anciano esta atendido en todos los aspectos
fisioterapeúticos y geriatricos desde la mañana hasta la noche, con desayuno,
comida e incluso servicio de transporte a cuantos lo precisan. Existe lista de
espera, aunque un orden de prioridades atiende a los que más lo precisan.
* En cuanto a las residencias (insuficientes plazas) se acoge a los no válidos, y el
acogido debe contribuir con una parte importante de su pensión.
* La asistencia a domicilio es un servicio en clara progresión (aunque la lista de
espera es más de un año) y se procura dar prioridad a los casos de mayor
necesidad. Este servicio es completamente gratuito.
* La teleasistencia es un instrumento telefónico que se lleva incorporado a la
persona y resulta de gran utilidad en casos de emergencia. Es gratuito.
* Los comedores en los centros de convivencia ofrecen un menú de 3 Euros.
* Otros servicios, como gimnasia o piscinas de hidroterapia se ofrecen previo
pago de una módica cuota.
* Otro aspecto positivo es la tarjeta gratuita para el uso del transporte público
en la ciudad.
* El uso y disfrute de los centros de convivencia en cada barrio, con sus
bibliotecas, prensa diaria, aprendizaje, práctica y utilización de Internet, así
como servicios de bar y salas de juego e incluso (previo pago módico) las
dependencias de peluquería y podología.

A fin de cuentas, los ancianos disponen al día de hoy de una parte de ese ambicioso proyecto, que ampara la Ley de Dependencia, que nuestros gobernantes deben cumplir y hacer cumplir. Cuando se alcancen sus beneficios por completo, podremos decir ¡Bingo!. Mientras ese día llega (probablemente a paso de tortuga) nos resignamos a cantar ¡Línea! y daremos por bueno el consejo de mi abuela, de que al menos tenemos esa tercera parte del todo. Con ello, vamos haciendo camino al andar, como dijo Machado.

sábado, 4 de julio de 2009

Los trabajadores ante la guadaña exterminadora del paro

Cada mañana, al ojear la prensa se desayuna uno con nuevos Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) y con ello se confirma no solo la grave crisis por las que atraviesa el mundo empresarial, sino el aprovechamiento de la situación que hacen otros muchos para descargar sus plantillas, sin necesidad real que lo exija. Lo cierto es que por las cabezas de los trabajadores sobrevuela la terrible guadaña del paro, esa depredadora que arruina el ambiente normal de una familia y por supuesto aniquila de un solo tajo los proyectos personales de miles de honestos trabajadores que son quienes a la postre vienen a pagar lo que el mundo de las altas finanzas y por supuesto el empresarial, ha engendrado en su afán de enriquecerse más y más en el menor tiempo posible.

Quienes por fortuna no tenemos en nuestro entorno familiar casos desesperantes que estén sufriendo el haberse quedado sin trabajo, a lo más que llegamos es a solidarizarnos con quienes de la noche a la mañana se quedan en la puta calle tras años de entrega absoluta a una empresa que ahora los deja abandonados a su suerte. Más nos afecta aún, cuando a esas víctimas de la "guadaña exterminadora" les ponemos rostro. Al menos yo así lo estoy viviendo, desde que hace pocas fechas he podido observar a unas mujeres -las cajeras del supermercado "Galerías Primero"donde habitualmente me abastezco de provisiones- que están viviendo la incertidumbre de que mañana mismo pueden engrosar las filas de desempleados. Esas víctimas propiciatorias a las que les he puesto rostro, me ha hecho conocer más profundamente sus vicisitudes. He constatado su angustia al ver su serio semblante, sus ojos de tristeza e incluso un indisimulado desinterés en desarrollar su propio trabajo. No es para menos. El trago amargo que les espera de un momento a otro les ha hecho perder su habitual alegría en el trato que nos dispensaban a los clientes. Ellas probablemente no son conscientes de que su estado de ánimo queda al descubierto desde la otra parte de su teclado en la caja. Yo lo definiría al contemplarlo, que este "rostros del paro" no es posible ocultar por mucho que se intente.

Viendo ese rostro de la persona que posiblemente vaya a ser desahuciada de su empleo y ante esta forma despótica de demoler a seres humanos, solo se me ocurre pensar a la antigua usanza, cuando hace sesenta o setenta años las gentes teníamos que defendernos ante dificultades mucho mayores por nuestros propios medios y al final salíamos a flote.

Dicen que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Yo, cogiéndome a este adagio por lo que tengo de viejo, quiero pensar, que tras la noche llega el alba con su esplendor y que un nuevo ciclo traerá nuevas soluciones, aunque desgraciadamente la ley del más fuerte, que forma una pareja de hecho con esa "libertad de mercado" en la que nos han obligado a convivir, y que quizá algún día, aún a sabiendas de que otra vez puedan cercenarnos la cabeza con su "guadaña exterminadora", nosotros -el mundo del trabajo- que somos más que la clase dominante financiero comercial, quizá encontremos la formula más humana para restarles fuerza a los que desde siempre han tenido la sartén por el mango y...el mango también.
La esperanza nunca se pierde, aunque los "amos del cotarro" ya decían en mis tiempos jóvenes, que la esperanza era verde y se la comió un burro.
No será tanto. La historia está ahí para demostrarnos que aún con altibajos, el mundo del trabajo ha ido mejorando con el paso del tiempo y así seguirá siendo. ¡Faltaría más!.