martes, 19 de abril de 2011

Los ancianos ante la crisis

Sin exigencias ni protestas por parte del colectivo de mayores va transcurriendo la gravedad de la crisis que ha hecho tambalear a los países de nuestro entorno. Si en épocas no muy lejanas, cuando se hablaba de bonanza económica, las inoperantes instituciones era más bien poco lo que destinaban a mejorar la difícil situación de la cada vez más envejecida ciudadanía, no les cuento queridos lectores el frenazo en seco en el que estamos inmersos y en el que por lo visto lo vamos a seguir estando en los años próximos.


Pues lo dicho, dicho está; en esta Europa de la que formamos parte de un todo, cosa que conviene tener muy presente, a los viejos españoles se les importa un bledo el déficit democrático y social existente entre los distintos países que la forman. No se oye por nuestra parte una denuncia colectiva en contra de la política insolidaria al uso, lo que al final hipoteca los intereses de los jubilados.


Los viejos hemos olvidado (igual que el conjunto de la población) aquello tan sublime de antaño como “seguir al pie del cañón para manifestarse con la mayor de las energías que se tengan en cuenta nuestras reivindicaciones” . Eso pasó a la historia…


Mientras la realidad de nuestro pasotismo llega a limites insospechados, asistimos impasibles a la no equiparación de las pensiones en el conjunto de la Unión Europea, echándonos a la espalda lo que debiera de ser nuestro grito de guerra “Con las pensiones no se juega, señores diputados del Parlamento Europeo”


A fin de cuentas, los ancianos –pensionistas de hambre – no vivimos, sino que sobrevivimos y gracias.


En honor a la verdad hay que decir que cada cual tiene lo que se merece y nuestra pasividad nos ha llevado al estado actual en que nos encontramos.


Y encima se nos cae en toda la testa esta terrible crisis que han engendrado los poderosos de siempre, los amos del dinero. Así les llamábamos en épocas pretéritas. Ahora se les llama el Mercado global, No nos engañemos, son los mismos. Son en definitiva los que se quedan con el santo y con la limosna.