sábado, 4 de junio de 2011

La ministra Pajín ante la ley de una muerte digna

Quienes hemos superado los ochenta años, deberíamos darnos cuenta que, por una circunstancias u otras, estamos abocados a una cuenta atrás irreversible.

Esto, que es bueno asumirlo con entereza, quizá para algunos suponga algo inalcanzable, ya que la cuesta abajo de la ancianidad tiene –sin duda– sus dificultades. Esto me recuerda lo que hace 57 años me decía en su consulta de la calle Costa el catedrático don Pedro Ramón Vinos (sobrino del premio Nobel Santiago Ramón y Cajal) con quien tenía cierta relación profesional, cuando me hablaba del envejecimiento y la lucha que manteníamos contra nuestras arterias al llegar a esa última etapa de la vida: “puesto que es fuerza caer, caigamos con dignidad y decoro”.

Para quienes nos percatamos de que hemos vivido un largo trecho en este mundo en el que a pesar de sus luces y sus sombras, hemos intentado emular la longevidad de Matusalén, no ha caído en saco roto las declaraciones de la ministra de Sanidad, Política Social e Igualdad, referente a la Ley de una muerte digna, que se aprobará –según dice– en las próximas semanas, y que vendrá a mitigar los dolores insufribles que padecen aquellos enfermos irreversibles, según el criterio médico, merced a los cuidados paliativos, que garantizarán tanto el derecho de los pacientes para recibirlos, como de los profesionales de la sanidad para administrarlos.

Como en este país ya nos conocemos todos, sabemos que esta nueva ley levantará ampollas y aflorarán los criterios de que se trata de disfrazar un servicio de eutanasia a la carta. Eso, si llega algún día (nunca de mano de la derechona y el Vaticano) ya se debatirá en el Congreso y el Senado, que es la auténtica representación del pueblo. Hoy por hoy –como dice Pajín– la Ley de una muerte digna no regula la eutanasia”.

Esta ministra, a pesar de su juventud e incluso falta de madurez política para encabezar tres altas responsabilidades del Estado, es claro que tiene una virtud especial para sacar adelante –y que se cumplan– leyes tan complejas como la reforma del aborto, que ha provocado el descenso de estos (lo cual ha venido a confirmar la reducción de embarazos no deseados).

Otro tanto de lo mismo ha conseguido en lo referente a la Ley antitabaco, donde ¡por fin! todas las Comunidades Autónomas han garantizado su cumplimiento.

Ese es el único camino democrático: el que no haya diferencias territoriales en temas de vital importancia, como lo va a ser en la referida Ley de la muerte digna.

Es decir lo mismo que me comentó hace más de medio siglo el doctor Pedro Ramón Vinos, cuando profetizó el morir con dignidad y decoro.

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