sábado, 30 de enero de 2010

La hucha de las pensiones

La hucha estatal que proporcionan los recursos para nuestras pensiones va de capa caída. El dichoso desempleo produce que un elevado número de personas que han perdido su empleo (superior a los cuatro millones) impide de hecho que la referida hucha tenga cada vez menos ingresos. Paralelamente a este fenómeno de detener el crecimiento del fondo común, le ocurre otro tanto de lo mismo a nuestro bolsillo debido a los escasos aumentos de nuestra pensión.

Las cantidades que reciben los jubilados que tienen la pensión mínima es en la práctica una miseria más que añadir a la miseria de las propias pensiones, para los más desfavorecidos. El importe del aumento supone 11 euros. Claro que si lo comparamos con el año 2003 (con otro gobierno) en el que la cantidad en que se revalorizó fue tan solo de 5 uros, llegaremos a la conclusión de que aquí, nos gobiernen unos u otros, al final nos dejan con el culo al aire.

Peor lo tienen nuestros muchachos cara al futuro, ya que por mucho que se aten los machos, las van a pasar moradas cuando les llegue la edad de la jubilación.

Mejor no verlo, que es lo que nos ocurrirá a los jubilados de hoy.

lunes, 25 de enero de 2010

Recuerdos de la nefasta posguerra española

Han transcurrido 70 años y mis recuerdos de aquella fatídica etapa de la historia de España permanecen vivos en mi mente. Lo chocante de aquella década de los 40, es que las cotidianas vivencias transcurrieron sin darles mayor importancia. El reencontrarme después de muchos años con todo lo que me tocó vivir y ver me hizo recapacitar sobre la verdadera dimensión de unos hechos que desgraciadamente no alcancé a valorar hasta entonces, llegando incluso a reprocharme a mi mismo como pasó inadvertido para mí la brutalidad, la injusticia y el abuso terrible del poder de quienes se vanagloriaban de haber redimido de todos los "males" que -según ellos- habían caído como una tremenda plaga sobre los españoles todos.

Yo, volviendo al pasado, con mis 10 añitos recién cumplidos, jamás he olvidado la euforia con la que un nutrido grupo de jóvenes ataviados con sus uniformes de falange (camisa azul, pantalón negro y boina roja) marchaban por la calle del Miguelete entonando su himno "Cara al Sol" con una alegría desbordante y repitiendo el slogan "todos a Rusia a luchar contra el comunismo". Ni por un instante pensé cuantos de ellos encontrarían la muerte en esta aventura juvenil.

Por entonces se hablaba en mi entorno -como si del diablo se tratara- de los "maquis" ( 30 años más tarde me enteré que se trataba de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón, y cuyo objetivo era combatir a su manera al Régimen. Se decía de ellos que eran salteadores de caminos y bandidos. Aún recuerdo que en el monte donde pasaba unos días de campamento con chicos de mi colegio, nos tutelaba una pareja de la Guardia Civil.

En el colmo de los disparates, en mi casa me compraron el uniforme de falange para el Día de la Primera Comunión. Mi madre, que se sentía ferviente seguidora del Caudillo olvidó -al menos por ese día- que el Gobernador Planas de Tobar le endoso un multazo de 1.000 pesetas (que en los años 40 era muchísimo dinero) por la picaresca que tubo en el desempeño de su trabajo como vendedora de pescado, añadiendo a uno de los platos de la balanza una pizca de plomo para obtener una ganancia indebida. La sanción era justa, pero mientras que a ella y a otros pobres desgraciados que se pasaban del orden normal establecido, se les aplicaba -con razón todo el peso de la Ley- otros "peces gordos" (eso era vox populí) hacían a gran escala operaciones en el mercado negro y resultaban intocables. En España se hicieron grandes fortunas en base a ese "mundus vivendi" .

Una noticia que sonó por toda Valencia fue la generosa actitud que tuvo su Excelencia el Generalisimo para el político falangista valenciano de mayor prestigio, don Adolfo Rincón de Arellano, al condonarle la pena de muerte a su padre por la de cadena perpetua. Y allí quedó junto a los miles de presos hacinados en las cárceles valencianas e incluso en las Torres de Cuarte. De las peripecias que pasaban aquellos perdedores de la contienda se hablaba en mi casa cuando venían unos parientes que tenían a sus familiares en esa caótica situación carcelaria.

Sin embargo y a pesar del sufrimiento interno de la mayoría de familias, habían valencianos entusiastas del Caudillo y aún recuerdo ( por que allí estuve con mi pobre madre) como frente al Ayuntamiento en la gran esplanada (donde hoy se disparan las "máscletas" falleras) las gentes se apiñaban para aplaudir cada párrafo de su discurso desde la balconada del Ayuntamiento, y que decía entre otras cosas algo que se ha mantenido en mi mente durante todos estos años:
"Valencianos: hace ocho años, los mismos vítores y aplausos me hace pensar que estáis conmigo. (Franco...Franco...esclamaba el gentío). No he querido venir antes, para no traeros promesas sino realidades ( Más exclamaciones hacia el "salvador de la patria") y hoy mismo hemos inaugurado el pantano de Alarcón y el que lleva mi nombre, que regará estas fertiles huertas valencianas".
El delirio se apoderaba de las gentes y la cantinela de "Franco, Franco, Franco..." se repetía sin cesar. Aquello era la locura. Yo mismo volvía a casa impregnado de aquel triunfalismo desbordante.

Estas historias y otras muchas más, podríamos decir sin reserva que fueron "historias para no dormir". Entonces no lo pensaba ni mucho menos. La ignrancia lo cubre todo. Lo malo es cuando tu mismo lo descubres, aunque hayan pasado una pira de años. Fue una etapa negra. Muy negra. Estabamos aislados del mundo a partir del año 46 en que acabó la segunda guerra mundial. Solo se mantenía relaciones intensas con Portugal (seno de otro dictador; Salazar) y la Argentina de Perón. Tampoco he olvidado la manifestación de jóvenes falangistas a la puerta del consulado de Estadios Unidos que gritaban desesperados " Franco, Perón... Franco, Perón...Truman un cabrón.

En el fin de este trayecto del recorrido por la España franquista, habría muchas más cosas que mostrar, pero para muestra, con un botón basta.

Y aún hay gente que siente se hayan retirado las estatuas del pequeño dictador que hizo correr la sangre a borbotones por todos los rincones de España.
¡Que país!

martes, 19 de enero de 2010

Un año en la "alfombra mágica" del blog "Mayores en apuros"

Se cumple ahora el primer año en que me inicié, por medio de esta alfombra mágica voladora que es internet, a transmitir mi opinión un tanto crítica de las necesidades que, dentro del llamado "estado del bienestar" no son debidamente atendidas como marcan las leyes que se promulgan e incluso pasándose por la entrepierna algunos responsables políticos aspectos de obligado cumplimiento de la Constitución.

A mi modo y manera he ido desgranando la problemática de la situación, caótica en muchos casos, en que vivimos las personas de avanzada edad, dándoles desde estas modestas líneas el apoyo necesario a los que más lo necesitan y a la vez denunciando desidias y abandono de la administración responsable.

Para ello, he tenido que rascarme la "sesera" y sacar a la luz pública 80 artículos, donde en realidad se han tocado todas las "teclas" de este piano completamente desafinado que son las promesas incumplidas, el desviacionismo hacia la privatización de muchos de los servicios que se prestan, y un sin fin de demandas por convertirlas en realidad. Toda esta carga de intenciones reivindicativas se ha hecho llegar por todo el mundo y hoy al contemplar la respuesta obtenida, es para mí una enorme satisfacción que 4.286 personas hayan entrado a leer mis opiniones y con ello conocer las deficitarias atenciones que reciben los ancianos en este país.

Lo que nunca podría imaginar es la respuesta de nuestros hermanos de las naciones americanas y cuando veo que desde México han entrado al blog 131 personas y que Colombia con 97, Argentina con 82, Venezuela 62, Perú 47, Chile, 29, Ecuador, 22 y Costa Rica 17... es para llenarse de gozo y pensar que ha merecido la pena el pequeño esfuerzo de escribir de manera regular cosas, que al parecer les importa en mayor o menor medida. Yo, desde mi enorme satisfacción les doy las gracias a todo los de la otra parte del Atlántico, sin dejar de hacerlo extensivo también a mis compatriotas que en número de 3.641 han ojeado desde todos los rincones de España los artículos que con mayor o menor acierto he escrito para todos. Gracias por esta buena acogida y que a pesar de los años que nos van cayendo, con la merma que ello supone, podamos en estas fechas en el 2011 volver a comentar en estos mismo términos esta buena nueva. Buena señal será.
Salud para todos.

miércoles, 13 de enero de 2010

La España prehistórica del sabañón

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La crudeza invernal que venimos sufriendo desde hace unas semanas, me ha traído a la memoria la época de la España de los sabañones que de manera ineludible martirizaban nuestros dedos transformándolos de manera exageradamente inflamados. Ingenuamente creíamos que la manera de combatir esta “plaga” del sabañón era el acercar nuestras manos al calor de los braseros de carbonilla o ”piñol”, cosa que apenas servía para nada, ya que aquellos dedos continuaban desfigurándose con los dichosos sabañones, que nos torturaban a todas las horas del día y de la noche.

No es fácil describir ahora - desde la atalaya de los 80 años- todo cuanto ocurría en la Valencia de mi adolescencia en la prehistoria del sabañón. Solo lo más relevante se mantiene aún en la retina y por ello lo describo con poco riesgo de que me falle la memoria en relación a lo que fueron aquellos inolvidables inviernos de los años 40. Al margen de los sabañones, ocurrían muchas más cosas, como lo eran las privaciones y cómo la gente luchaba por subsistir. En verdad es que se me amontonan los recuerdos. Con enorme facilidad, los ancianos solemos memorizar lo que fue nuestro pasado, con más exactitud que lo vivido ayer mismo. Desde esa perspectiva recuerdo con toda nitidez aquellos tranvías abarrotados de gente y muchos pasajeros –especialmente jóvenes- que viajaban en los estribos, lo cual suponía un peligro evidente. Yo mismo resbalé del lugar donde puse el pie y fui varios metros colgado y a punto de que mis piernas fueran segadas de cuajo. Todo quedó en un susto enorme y la lección bien aprendida para no repetir nunca más esta forma apiñada de viajar en el exterior de un tranvía. Esa era la España de la posguerra en la que malvivíamos la mayor parte de los ciudadanos. Algo que no se olvidará jamás es el esperpento de los alimentos a los que teníamos derecho con aquella betusta cartilla de racionamiento. En vez de aceite nos vendían unas pastillas blancas que no se bien de que demonios sería, pero lo cierto es que con ellas mi madre nos hacía unas patatas fritas y unos huevos que estaban para chuparse los dedos. Los sucedáneos estaban a la orden del día; el pan amarillo parecía estar hecho con maíz o vaya usted a saber con qué. La carne congelada de búfalo se vendía como auténtica ternera.

Tendría yo unos quince o dieciséis años, cuando por primera vez cayo una nevada en la capital valenciana y mi despertar fue todo un deleite al ver por primera vez la nieve. Bastante peor fue cuando llegué a mi trabajo en la consulta de un acreditado dermatólogo y tuve que empujar aquel viejo “Hanomach” que se había quedado sin fuerza en la batería para poder arrancar. Tras varios intentos y un par de resbalones y gracias a unos transeúntes que se debieron de apiadar de mi esfuerzo pude salir airoso del intento, mientras mi jefe - el doctor González Medina- pertrechado convenientemente y aposentado lo mejor posible en aquel antediluviano vehiculo ponía su pericia en el acelerador para salir del atolladero, mientras yo me quedaba como un pajarito helado hasta los huesos. El frío no se me fue del cuerpo durante los días que estuvo Valencia con la nieve persistentemente pegada al suelo de las calzadas y las aceras. Las autoridades de aquel entonces no disponían, como ahora, de maquina quita nieve y esparcidoras de sal y mucho menos de equipos informáticos para conocer la situación climatológica. Allí hubiera querido ver como se las apañaba nuestro ministro Rubalcaba, porque ahora lo tienen a huevo los responsables de evitar en lo posible las incomodidades de la nieve, pero en aquellos tiempos todo se dejaba al albur de los rayos solares, que eran a la postre quienes nos solucionaban el caos que producían las nevadas.

A fin de cuentas aquella fue una época de malos recuerdos. Con todo lo que sufrimos, cómo no se nos iban a hinchar los dedos con aquellos malditos sabañones que acudían cada año para fastidiarnos las fiestas. El país entero se convertía en la España de los sabañones. Todo cambia en la vida y con el tiempo, fueron despareciendo los braseros de”piñol” por otros medios más efectivos, los sucedáneos dejaron el paso a lo auténtico, las restricciones de electricidad pasaron a la historia y los viejos tranvías dieron paso a los modernos autobuses con calefacción incluida. Todo es distinto, incluso las autoridades tienen más posibilidad y por supuesto eficacia para prevenir estas luchas contra el frío. Como no podía ser menos, también le ganamos la pelea al sabañón de la década de los 40. Una etapa con historias para no dormir…sobre todo por el frío que pasábamos incluso en nuestras camas, a pesar de la botella de agua caliente que nuestras madres nos colocaban al acostarnos. ¡Que tiempos aquellos!

Dice el refrán que “nunca segundas partes fueron buenas”, pero en esta historia de la “España prehistórica del sabañón”, es –con mucho- mejor la de hoy que la del ayer. Los viejos, que fuimos testigos de aquel nefasto pasado y lo somos –ya cargados de años- del esplendido presente, podemos dar fe de que la época del “sabañón” que nos toco vivir fue un periodo nefasto de la historia de este país, que no conviene olvidar, pero que por nada del mundo nos gustaría volver a repetir. ¡Faltaría más!

lunes, 4 de enero de 2010

Se profundiza la privatización en el 2010

El negocio del siglo XXI se basa en todo cuanto concierne al mundo de las personas mayores. Cada vez somos más los que resistimos el paso de los tiempos y mientras la población envejece va abriéndose una brecha, cada vez más amplia, en los servicios públicos de atención a los ancianos. Con ello, los gobiernos autonómicos se liberan de esa “patata caliente”, concertando estos servicios con entidades privadas (incluso las de carácter mercantil), abonando 1.450 euros al mes por cada beneficiario. Comienza pues el año 2010 con el anuncio del Gobierno de Aragón, en el que, ante la patética situación al no disponer más que de 4.500 plazas en residencias para ancianos, de las 17.500 existentes en Aragón, han encontrado la solución en privatizar todo cuanto sea necesario.

Quienes desde hace años hemos visto claro quienes sacarían un suculento beneficio económico, en la prolongada ancianidad, es lógico que pensemos – cuando el mal ya ha comenzado a extenderse – que el núcleo empresarial que irá a pasos agigantados apropiándose del dinero público para lograr sus fines, consideraran este primer “asalto” como algo muy positivo y desde luego rentable. No es para menos, ya que el erario público les efectuará una entrega –al concertar este “negocio” mercantil- superior a los 100 millones de euros.

Con esta decisión, que es similar a la de todas las autonomías, los responsables políticos de cada una de ellas es de suponer que den por concluida una de sus principales obligaciones de gobierno; la dotación de residencias públicas, lo cual más o menos es lo que venían haciendo y por ello se han visto obligados a dejar sus “posaderas” al descubierto, cuando desde el Estado se proclamó la imprevista Ley de Dependencia, que les ha pillado a todos con el paso cambiado. A todos no, por que las empresas mercantiles siguen –sin desviarse ni un ápice- su largo recorrido, y así vamos comprobando día a día como la enseñanza, la sanidad, las pensiones y la política social dedicada a los ancianos, va quedando en sus manos privatizadoras.

Ya se sabe que a río revuelto, ganancia de pescadores, y en base a ello los “del libre mercado” están dando palmas con las orejas por lo bien que les salen las cuentas y mientras su negocio va viento en popa y a toda vela, los gobiernos autónomos, que les dan toda clase de facilidades, logrando entre todos ellos alejar cada vez más a este país del “Estado social y de derecho” del que nos dotamos en su día, de forma angelical, en aquella Constitución que clama por ser renovada en muchos de sus capítulos, entre ellos los que afectan a los Mayores que necesitan con urgencia que alguien corte de tajo (y nadie mejor para hacerlo que el voto del pueblo en esa necesaria modificación constitucional), para dar un frenazo en seco en ese desmembramiento que se está llevando a cabo en ese estado del bienestar, que de hecho va dejándose retajos en el camino, perjudicando a los más para – como siempre- beneficiar a unos pocos.

¡Mañana puede ser tarde! y si bien alguien de más allá de nuestras fronteras, concretamente el director Norteamérica de cine Michael Moore dice que se siente orgulloso de su lucha a favor de una sanidad en EEUU como la de España, quizá no tarde demasiado en ser testigo de cómo éste y otros servicios públicos han ido desintegrándose en favor de quienes buscan con ahínco la privatización de los mismos.